Cuando los sentimientos gobiernan lo público, nos agarramos a aquello que confirma nuestras ideas, no a la razón. Esta semana he tenido una experiencia que es bastante instructiva. Todo vino a raíz de un debate de sobremesa con una amistad sobre si los hechos de Gaza podían calificarse como genocidio. Yo acababa de señalar en mi última columna para las cabeceras de Andalucía Digital que aquel debate era poco menos que una discusión bizantina.
En cualquier caso, contra su opinión, señalé que era un crimen de lesa humanidad, pero que no tenía nada claro que se le pudiera aplicar las lógicas del genocidio. Expliqué las razones y, contrariada, aceptó mi opinión por no seguir discutiendo.
Llegados a este punto, quisiera aclarar que la cuestión de Oriente Medio me parece una especialización. Para hablar con propiedad de este asunto, hay que tener una serie de conocimientos que yo no poseo. De hecho, aunque pienso que no puede considerarse un genocidio, no me atrevo a afirmarlo de manera taxativa.
Hecha esta aclaración, resulta que la chica me mandó un vídeo de YouTube más de una semana después de esa conversación. Se trataba de uno de estos pseudoexpertos que te explican en diez minutos con dibujitos la teoría del Big Bang, las guerras púnicas o el argumento de Cien años de soledad. El hombre parece saber de todo.
Pues bien, el pseudoexperto ofreció la explicación sobre la diferencia entre el crimen de lesa humanidad, el genocidio y algún concepto extra. Seleccionó los hechos históricos que le vinieron bien a la argumentación y decidió que el conflicto de Gaza se trataba de un genocidio porque sí, porque era horrible, y ya está.
Sin embargo, a pesar de que era evidente que se trataba de la obra de un tonto de libro, esta persona lo había visto y lo utilizó como argumento en un debate complejo. Mi respuesta fue fulminante, pero razonada. ¿Era un genocidio? Difícil precisarlo.
Considero que no por varias razones. Pero, desde luego, el vídeo lo había hecho un iluminado carente de información y sobrado de ideología. Desmonté el vídeo y ella misma me acabó dando la razón sobre el pseudoexperto.
Pero entonces llegó la cuestión clave: “Pero Rafa, la gente de la calle no maneja todo esto (porque tampoco se enseña y no sé si habría que enseñarlo a todo el mundo) la gente lo ve, lo siente como genocidio en el sentido de matanza a civiles y hasta ahí”. Y es que ese es el problema: nos estamos acostumbrando a dejarnos llevar por lo que sentimos, sin mediar la racionalidad propia del auténtico pensamiento progresista.
Lo peor de este mundo es un fascista, por lo que Trump es un fascista. Porque lo siento así. Pedro Sánchez es comunista, porque es lo peor, es un rojo y yo lo siento de ese modo. Yo me siento de la República Independiente de Mi Sofá, y mis sentimientos son los que cuentan. Por tanto, soy sofero. Y si me siento marciano, tengo derecho a ir al Registro Civil y exigir que la ley me considere como tal. Yo y mis sentimientos.
Y, es cierto, cada día me siento más marciano entre estas personas. El verbo se usa para manipular a las masas y dividirlas: lo de Gaza es un genocidio porque es lo peor que se nos ocurre. Y si no compartes mi opinión, es que eres un monstruo sin escrúpulos.
Identitarismo, pseudoexpertos, pseudomedios… Y una población que ya no sabe distinguir entre información y propaganda, ni entre expertos y opinadores. Ahora mismo están leyendo una columna de opinión. Bastante moderada para lo que me gustaría, tengo que decir, sobre un tema muy complejo.
No estoy informando, ni soy experto en esta materia —insisto, es una especialización en sí misma—. ¿Cómo puede alguien atreverse a hacer un vídeo opinando a la ligera sobre una cuestión tan grave o prestar oídos ante estos iluminados? Un problema de educación, quizá. Aunque tal vez debería de aceptar la realidad tal y como es, ir al Registro Civil, y pedir que me inscriban como marciano. Aunque admito que me gusta mi sofá…
Haereticus dixit
En cualquier caso, contra su opinión, señalé que era un crimen de lesa humanidad, pero que no tenía nada claro que se le pudiera aplicar las lógicas del genocidio. Expliqué las razones y, contrariada, aceptó mi opinión por no seguir discutiendo.
Llegados a este punto, quisiera aclarar que la cuestión de Oriente Medio me parece una especialización. Para hablar con propiedad de este asunto, hay que tener una serie de conocimientos que yo no poseo. De hecho, aunque pienso que no puede considerarse un genocidio, no me atrevo a afirmarlo de manera taxativa.

Hecha esta aclaración, resulta que la chica me mandó un vídeo de YouTube más de una semana después de esa conversación. Se trataba de uno de estos pseudoexpertos que te explican en diez minutos con dibujitos la teoría del Big Bang, las guerras púnicas o el argumento de Cien años de soledad. El hombre parece saber de todo.
Pues bien, el pseudoexperto ofreció la explicación sobre la diferencia entre el crimen de lesa humanidad, el genocidio y algún concepto extra. Seleccionó los hechos históricos que le vinieron bien a la argumentación y decidió que el conflicto de Gaza se trataba de un genocidio porque sí, porque era horrible, y ya está.
Sin embargo, a pesar de que era evidente que se trataba de la obra de un tonto de libro, esta persona lo había visto y lo utilizó como argumento en un debate complejo. Mi respuesta fue fulminante, pero razonada. ¿Era un genocidio? Difícil precisarlo.

Considero que no por varias razones. Pero, desde luego, el vídeo lo había hecho un iluminado carente de información y sobrado de ideología. Desmonté el vídeo y ella misma me acabó dando la razón sobre el pseudoexperto.
Pero entonces llegó la cuestión clave: “Pero Rafa, la gente de la calle no maneja todo esto (porque tampoco se enseña y no sé si habría que enseñarlo a todo el mundo) la gente lo ve, lo siente como genocidio en el sentido de matanza a civiles y hasta ahí”. Y es que ese es el problema: nos estamos acostumbrando a dejarnos llevar por lo que sentimos, sin mediar la racionalidad propia del auténtico pensamiento progresista.
Lo peor de este mundo es un fascista, por lo que Trump es un fascista. Porque lo siento así. Pedro Sánchez es comunista, porque es lo peor, es un rojo y yo lo siento de ese modo. Yo me siento de la República Independiente de Mi Sofá, y mis sentimientos son los que cuentan. Por tanto, soy sofero. Y si me siento marciano, tengo derecho a ir al Registro Civil y exigir que la ley me considere como tal. Yo y mis sentimientos.

Y, es cierto, cada día me siento más marciano entre estas personas. El verbo se usa para manipular a las masas y dividirlas: lo de Gaza es un genocidio porque es lo peor que se nos ocurre. Y si no compartes mi opinión, es que eres un monstruo sin escrúpulos.
Identitarismo, pseudoexpertos, pseudomedios… Y una población que ya no sabe distinguir entre información y propaganda, ni entre expertos y opinadores. Ahora mismo están leyendo una columna de opinión. Bastante moderada para lo que me gustaría, tengo que decir, sobre un tema muy complejo.
No estoy informando, ni soy experto en esta materia —insisto, es una especialización en sí misma—. ¿Cómo puede alguien atreverse a hacer un vídeo opinando a la ligera sobre una cuestión tan grave o prestar oídos ante estos iluminados? Un problema de educación, quizá. Aunque tal vez debería de aceptar la realidad tal y como es, ir al Registro Civil, y pedir que me inscriban como marciano. Aunque admito que me gusta mi sofá…
Haereticus dixit
RAFAEL SOTO ESCOBAR
ILUSTRACIÓN: ISABEL AGUILAR
ILUSTRACIÓN: ISABEL AGUILAR

