No es cierto que la vejez, con la que te identifican cuando alcanzas la jubilación, sea por sí misma un período feliz, propicio al júbilo. Aunque se quieran relacionar, júbilo y jubilación no son sinónimos. Porque no es júbilo lo que se siente cuando el cese de las obligaciones profesionales y el deterioro físico que comienza a hacer mella en tu organismo te condenan al ostracismo social y al temor existencial de un horizonte biológico sin apenas futuro. Por mucho que se pretenda enmascarar, la vejez no es siquiera ese tiempo de sabiduría y virtud, como creía Cicerón.
Al contrario, es una fase en la que ni el cuerpo ni la mente funcionan con todo su vigor, acusando un declive progresivo conforme los años de frescura y agilidad van quedando atrás. Los huesos empiezan a doler, los músculos se agarrotan, las articulaciones se inflaman, los órganos fallan, la fatiga no desaparece y el cerebro, si no desvaría, confunde estímulos o muestra pereza para reaccionar, conservando recuerdos antiguos y olvidando los recientes. Aristóteles calificaba este período como de decadencia física y mental
Es mentira, pues, que la jubilación sea la edad del júbilo, al menos si eres consciente del deterioro imparable que te espera y no renuncias a guardar coherencia con lo que fuiste. La vida es una sucesión de cambios que nos hacen transitar de niño a joven, de joven a adulto y de adulto a viejo.
Por eso soy lo que he sido en cada momento, ya que nunca aspiré a ser otra cosa. Y en esta última etapa, no persigo parecer ser joven ni hacer lo que hacía entonces, como tampoco creer que disfruto del momento más placentero de mi existencia.
No, la vejez no significa júbilo, aunque desafortunado aquel que no puede quejarse de llegar a viejo. Pero tampoco es, como decía Séneca, el tiempo de temer al dolor y prepararse para la muerte porque la creamos el final desfavorable e irremediable del ciclo que iniciamos al nacer. No hay que empeñarse en vivir la vejez como una fiesta jubilosa ni como una desgracia que nos aplasta con un peso insoportable.
La vejez no es júbilo. Es algo distinto que no deja de enriquecerte. Es, simplemente, la edad de sacar provecho de lo cultivado durante toda la vida: familia, amigos, conocimientos y valores, aquello que conforma la experiencia vital de cada persona. Y es algo mejor que nos permite rendir cuentas de nosotros mismos. Depende de cada cual el saldo que obtengamos.
Al contrario, es una fase en la que ni el cuerpo ni la mente funcionan con todo su vigor, acusando un declive progresivo conforme los años de frescura y agilidad van quedando atrás. Los huesos empiezan a doler, los músculos se agarrotan, las articulaciones se inflaman, los órganos fallan, la fatiga no desaparece y el cerebro, si no desvaría, confunde estímulos o muestra pereza para reaccionar, conservando recuerdos antiguos y olvidando los recientes. Aristóteles calificaba este período como de decadencia física y mental
Es mentira, pues, que la jubilación sea la edad del júbilo, al menos si eres consciente del deterioro imparable que te espera y no renuncias a guardar coherencia con lo que fuiste. La vida es una sucesión de cambios que nos hacen transitar de niño a joven, de joven a adulto y de adulto a viejo.

Por eso soy lo que he sido en cada momento, ya que nunca aspiré a ser otra cosa. Y en esta última etapa, no persigo parecer ser joven ni hacer lo que hacía entonces, como tampoco creer que disfruto del momento más placentero de mi existencia.
No, la vejez no significa júbilo, aunque desafortunado aquel que no puede quejarse de llegar a viejo. Pero tampoco es, como decía Séneca, el tiempo de temer al dolor y prepararse para la muerte porque la creamos el final desfavorable e irremediable del ciclo que iniciamos al nacer. No hay que empeñarse en vivir la vejez como una fiesta jubilosa ni como una desgracia que nos aplasta con un peso insoportable.
La vejez no es júbilo. Es algo distinto que no deja de enriquecerte. Es, simplemente, la edad de sacar provecho de lo cultivado durante toda la vida: familia, amigos, conocimientos y valores, aquello que conforma la experiencia vital de cada persona. Y es algo mejor que nos permite rendir cuentas de nosotros mismos. Depende de cada cual el saldo que obtengamos.
DANIEL GUERRERO
FOTOGRAFÍA: DEPOSITPHOTOS.COM
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