Tania María Priego Ruz y Jesús Sánchez Jiménez se coronaron al mediodía de ayer en el Concurso de Venencia y Destreza en el Oficio, celebrado en el Complejo Envidarte de Montilla, en el marco de la XVIII Fiesta del Vino y la Tapa. La cita, organizada por el Ayuntamiento de Montilla, con el respaldo del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Montilla-Moriles y de la Asociación Amigos de la Venencia, no fue una simple competición: fue un viaje al corazón de la cultura vitivinícola de la comarca, donde cada gesto con la venencia o cada volteo evocó siglos de trasiego y memoria compartida en los templos del vino.
El jurado, presidido por la reconocida sumiller montillana Mara de Miguel, evaluó no solo la técnica o la limpieza de los trabajos, sino también la fidelidad al atuendo tradicional y la puesta en escena de cada participante. Porque el concurso, más que medir destrezas, busca desde hace varias décadas transmitir la autenticidad de la venencia, un oficio que nació en las bodegas para comprobar el estado de los vinos y que hoy se ha transformado en auténtico arte.
En la modalidad Sénior, la más esperada, la gran protagonista fue Tania María Priego Ruz, que conquistó el primer premio con una ejecución precisa y elegante. Su nombre resonó entre los aplausos, en una categoría en la que el segundo puesto correspondió a Jesús Sánchez Jiménez y, el tercero, a Carmen María Gómez Córdoba.
La rivalidad fue amistosa y el ambiente de camaradería se impuso por encima de la competición, ya que son tres concursantes habituales de esta cita del septiembre montillano. Sin embargo, el protagonismo de Jesús Sánchez Jiménez no quedó ahí: poco después, en la modalidad de Volteo, desplegó todo su talento y se alzó con el primer puesto. El segundo premio recayó en Daniel Ruz Pulido y el tercero, de nuevo, en Tania María Priego Ruz, lo que confirmó la calidad y el nivel de quienes participaron en esta edición.
El certamen, que contó con cuatro categorías en la modalidad de Venencia —Chupete, Infantil, Juvenil y Sénior—, se convirtió en un escenario donde quedó claro que la tradición sigue viva entre las nuevas generaciones. En la categoría Chupete, pensada para los más pequeños de entre tres y seis años de edad, el triunfo fue para Carlos Villar Carmona, que se llevó el primer premio.
Tras él, la segunda posición fue para Ágatha Jurado Hidalgo, seguida por Daniel Jiménez González y Mario Jiménez González. Los aplausos y las sonrisas se multiplicaron ante la ternura y el entusiasmo con que estos pequeños venenciadores se enfrentaron a un reto que puede que aún les quede grande en tamaño, pero no en ilusión.
Un poco más mayores, en la categoría Infantil, fue Ana Jiménez Raigón quien logró imponerse con solvencia, llevándose el primer puesto. La siguieron Rocío Gil Morales, que alcanzó el segundo lugar, Claudia Carmona Raya en tercera posición y Olivia Carpio Márquez en la cuarta.
Y en la modalidad Juvenil, reservada a jóvenes de entre 11 y 16 años, la victoria fue para Pablo Cayetano Ojeda López, seguido muy de cerca por Daniel Ruz Pulido y Marina Espejo Ligero, quienes mostraron que la destreza no entiende de edades.
Más allá de los nombres y de los premios, que en conjunto sumaron un valor total de 600 euros en metálico además de diplomas acreditativos, lo que quedó fue la sensación de que Montilla había conseguido un año más poner en valor su patrimonio inmaterial.
Porque la venencia, que nació como un simple utensilio para catar el vino en las botas de crianza, se ha transformado en un gesto cargado de simbolismo, capaz de emocionar tanto a expertos como a curiosos. Y es que la DOP Montilla-Moriles no solo da lugar a vinos reconocidos, sino que atesora una forma de entender la vida que hunde sus raíces en las vendimias de antaño.
Durante generaciones, la recogida de la uva y la molturación del mosto no fueron solo actividades agrícolas: eran la base económica de muchas familias. Con el jornal de la vendimia se pagaban libros de colegio, ropa nueva para el otoño o incluso algún mueble para el hogar.
Hoy, la mecanización de la mayoría de las labores agrícolas, junto a la paulatina reducción de la superficie de viñedo han transformado ese paisaje humano, aunque hay oficios que siguen latiendo, como la venencia. Y Montilla, al reivindicarlos en un concurso como el que tuvo lugar ayer, recuerda que hay tradiciones que no deben perderse, por mucho que el mundo cambie.
La inclusión del Volteo como modalidad refuerza, además, el carácter festivo y simbólico del evento. No se trata solo de demostrar habilidad, sino de disfrutar, de compartir y de mantener vivas unas raíces que forman parte del alma de la ciudad.
En ese sentido, el Concurso de Venencia y Destreza en el Oficio fue también una invitación abierta: una forma de decir que Montilla no guarda sus tradiciones en un cajón, sino que las exhibe con orgullo para que vecinos y visitantes las conozcan y se contagien de ellas.
La XVIII Fiesta del Vino y la Tapa ofreció, de este modo, un escenario perfecto: durante todo el fin de semana, Envidarte se transformó en escaparate de los vinos de Montilla-Moriles y de la gastronomía local. El Concurso de Venencia y Destreza en el Oficio añadió a ese escaparate una dimensión cultural y emocional que lo convirtió en una de las actividades más esperadas del septiembre montillano.


El jurado, presidido por la reconocida sumiller montillana Mara de Miguel, evaluó no solo la técnica o la limpieza de los trabajos, sino también la fidelidad al atuendo tradicional y la puesta en escena de cada participante. Porque el concurso, más que medir destrezas, busca desde hace varias décadas transmitir la autenticidad de la venencia, un oficio que nació en las bodegas para comprobar el estado de los vinos y que hoy se ha transformado en auténtico arte.
En la modalidad Sénior, la más esperada, la gran protagonista fue Tania María Priego Ruz, que conquistó el primer premio con una ejecución precisa y elegante. Su nombre resonó entre los aplausos, en una categoría en la que el segundo puesto correspondió a Jesús Sánchez Jiménez y, el tercero, a Carmen María Gómez Córdoba.

La rivalidad fue amistosa y el ambiente de camaradería se impuso por encima de la competición, ya que son tres concursantes habituales de esta cita del septiembre montillano. Sin embargo, el protagonismo de Jesús Sánchez Jiménez no quedó ahí: poco después, en la modalidad de Volteo, desplegó todo su talento y se alzó con el primer puesto. El segundo premio recayó en Daniel Ruz Pulido y el tercero, de nuevo, en Tania María Priego Ruz, lo que confirmó la calidad y el nivel de quienes participaron en esta edición.

El certamen, que contó con cuatro categorías en la modalidad de Venencia —Chupete, Infantil, Juvenil y Sénior—, se convirtió en un escenario donde quedó claro que la tradición sigue viva entre las nuevas generaciones. En la categoría Chupete, pensada para los más pequeños de entre tres y seis años de edad, el triunfo fue para Carlos Villar Carmona, que se llevó el primer premio.
Tras él, la segunda posición fue para Ágatha Jurado Hidalgo, seguida por Daniel Jiménez González y Mario Jiménez González. Los aplausos y las sonrisas se multiplicaron ante la ternura y el entusiasmo con que estos pequeños venenciadores se enfrentaron a un reto que puede que aún les quede grande en tamaño, pero no en ilusión.

Un poco más mayores, en la categoría Infantil, fue Ana Jiménez Raigón quien logró imponerse con solvencia, llevándose el primer puesto. La siguieron Rocío Gil Morales, que alcanzó el segundo lugar, Claudia Carmona Raya en tercera posición y Olivia Carpio Márquez en la cuarta.


Y en la modalidad Juvenil, reservada a jóvenes de entre 11 y 16 años, la victoria fue para Pablo Cayetano Ojeda López, seguido muy de cerca por Daniel Ruz Pulido y Marina Espejo Ligero, quienes mostraron que la destreza no entiende de edades.
Más allá de los nombres y de los premios, que en conjunto sumaron un valor total de 600 euros en metálico además de diplomas acreditativos, lo que quedó fue la sensación de que Montilla había conseguido un año más poner en valor su patrimonio inmaterial.

Porque la venencia, que nació como un simple utensilio para catar el vino en las botas de crianza, se ha transformado en un gesto cargado de simbolismo, capaz de emocionar tanto a expertos como a curiosos. Y es que la DOP Montilla-Moriles no solo da lugar a vinos reconocidos, sino que atesora una forma de entender la vida que hunde sus raíces en las vendimias de antaño.


Durante generaciones, la recogida de la uva y la molturación del mosto no fueron solo actividades agrícolas: eran la base económica de muchas familias. Con el jornal de la vendimia se pagaban libros de colegio, ropa nueva para el otoño o incluso algún mueble para el hogar.
Hoy, la mecanización de la mayoría de las labores agrícolas, junto a la paulatina reducción de la superficie de viñedo han transformado ese paisaje humano, aunque hay oficios que siguen latiendo, como la venencia. Y Montilla, al reivindicarlos en un concurso como el que tuvo lugar ayer, recuerda que hay tradiciones que no deben perderse, por mucho que el mundo cambie.

La inclusión del Volteo como modalidad refuerza, además, el carácter festivo y simbólico del evento. No se trata solo de demostrar habilidad, sino de disfrutar, de compartir y de mantener vivas unas raíces que forman parte del alma de la ciudad.


En ese sentido, el Concurso de Venencia y Destreza en el Oficio fue también una invitación abierta: una forma de decir que Montilla no guarda sus tradiciones en un cajón, sino que las exhibe con orgullo para que vecinos y visitantes las conozcan y se contagien de ellas.
La XVIII Fiesta del Vino y la Tapa ofreció, de este modo, un escenario perfecto: durante todo el fin de semana, Envidarte se transformó en escaparate de los vinos de Montilla-Moriles y de la gastronomía local. El Concurso de Venencia y Destreza en el Oficio añadió a ese escaparate una dimensión cultural y emocional que lo convirtió en una de las actividades más esperadas del septiembre montillano.
JUAN PABLO BELLIDO / REDACCIÓN
FOTOGRAFÍA: JOSÉ ANTONIO AGUILAR
FOTOGRAFÍA: JOSÉ ANTONIO AGUILAR

